Cuidar los vínculos: lo que el tiempo no debería borrar

- Estudio Once Radio

Cuidar los vínculos: lo que el tiempo no debería borrar
Cuidar los vínculos: lo que el tiempo no debería borrar

En una época donde todo pasa rápido —las noticias, los mensajes, los vínculos—, detenernos a cuidar nuestras relaciones humanas puede ser un golpe a la mesa. Hablar, escuchar, acompañar y dejar fluir son gestos que construyen comunidad. A veces, el mejor homenaje a quienes amamos es aprender a vivir con más presencia y menos prisa.

“Las piedras rodando se encuentran”, decía mi madre cuando una pregunta le incomodaba. Era su manera de decir “todo llega a su tiempo”. Hoy, en el día que cumpliría un año más de vida, usare la frase para algo mas.

Porque con los años uno aprende que hay palabras que sanan, silencios que enseñan y distancias que también cuidan.

Vivimos en una sociedad que muchas veces confunde conexión con cercanía. Tenemos cientos de contactos, pero a veces pocos encuentros reales. Nos acostumbramos a responder rápido, pero a escuchar poco. Nos cuesta mirar a los ojos sin la urgencia de mirar una pantalla.
Y, sin embargo, seguimos necesitando lo mismo de siempre: afecto, comprensión, tiempo compartido.

Decir lo que sentimos a tiempo no es solo una cuestión emocional, también es una forma de salud social. Guardar lo que duele, lo que molesta o lo que amamos, termina acumulando peso en el cuerpo, en la mente y en las relaciones. Cuántos vínculos se enfrían no por falta de cariño, sino por miedo a hablar, por orgullo o por creer que “ya no vale la pena”.

Cuidar los vínculos no significa estar siempre de acuerdo. Significa sostener el respeto, aún en la diferencia. Es entender que cada persona tiene su ritmo y su historia, que no todos podemos sanar ni reaccionar igual. Significa abrir la puerta cuando alguien necesita entrar, pero también dejar que salga lo que ya no hace bien.

En tiempos donde la sociedad parece acelerada y cansada a la vez, cuidar vínculos es casi un acto revolucionario. Porque implica frenar, escuchar, mirar, comprender. Implica interesarse de verdad por el otro, sin esperar nada a cambio. No se trata de llenar vacíos con mensajes automáticos, sino de generar encuentros que alimenten la confianza y la empatía.

Y ahí está el legado de muchas madres, padres, abuelos o maestros: enseñarnos que la vida se sostiene en los lazos, no en los logros. Que tener con quién hablar vale más que cualquier título o número en una cuenta. Que el bienestar no se compra, se construye entre todos, con paciencia, con presencia y con palabras sinceras.

Por eso, hoy más que nunca, vale repetirlo: cuiden los vínculos.
Dejen puertas y ventanas abiertas para que entre lo nuevo y salga lo que ya cumplió su ciclo. No tengan miedo a perdonar, a decir “te extraño”, a pedir disculpas. Esas son las pequeñas reparaciones que mantienen sana a una familia, a una comunidad, a una sociedad entera.

El mundo gira rápido, pero el corazón necesita su propio ritmo.
Si logramos acompañar a los demás desde ese lugar —sin juicios, sin apuros— estaremos haciendo algo grande: mantener viva la humanidad que tanto nos está haciendo falta.


Jorge - Estudio Once

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