¿Por qué no festejar? Si al final de cuentas, vivir es el evento mejor planificado, la mejor fiesta

- Estudio Once Radio

¿Por qué no festejar? Si al final de cuentas, vivir es el evento mejor planificado, la mejor fiesta
¿Por qué no festejar? Si al final de cuentas, vivir es el evento mejor planificado, la mejor fiesta

A veces olvidamos que la vida misma —con sus luces, sombras y matices— es el acontecimiento más extraordinario que podemos presenciar. Nos distrae la rutina, los compromisos, la prisa. Pero ¿y si por un momento decidiéramos detenernos, mirar alrededor y celebrar, simplemente, el hecho de estar vivos?


La coreografía de la vida modernaHoy me vi en medio de calles llenas de gente que van y que vienen sin mirarse, con la mirada baja, algunos sin expresiones, sin alma otros sonriendo ante un bip de un celular que seguramente anunciaba un mensaje ansiado de whatsapp o alguna historia divertida de tik tok o Instagram. Pocos padres con sus hijos, muchos hijos solos rumbo a algún centro de estudio, muchas bocinas tan impacientes como impertinentes y el reloj que mezcla los segundos con los cambios de semáforo.Gente en las calles mordiendo algo que tal si fueran perros alguien les arrojo ...o con suerte les dio en mano mientras se tapan sus cuerpos tan rotos como sus corazones. Vendedores estresados con el -QUE QUERES?- claro y nítido, Algún anciano elevando sus plegarias antes de cruzar una cebra....porque nunca sabes.​Observador silenciosoche..estuviste un mes estudiando a la gente ?. Sabes que no ?, camine 20 cuadras desde la facultad a una terminal de ómnibus donde la verdad quería que el -chofer chofer apure ese autobús que me quiero volver rápido- .​Catarsis en movimiento

Mientras Rutas del Sol avanza y el paisaje cambia, algo se mueve también dentro. Escribir, pensar, sentir: todo se mezcla. La reflexión se vuelve una especie de catarsis silenciosa, una necesidad de poner en palabras eso que a veces se acumula sin nombre.

Porque al final, vivir también es eso: permitirnos sentir y comprender, no solo correr detrás de lo que sigue.

Bajemos unos cambios

No importa si andas a caballo o en un Tesla, si tu escenario es una ciudad caótica o un campo silencioso. Todos compartimos lo esencial: el simple hecho de existir.

La invitación es clara: bajemos unos cambios.
Desde el llano, desde lo cotidiano, aprendamos a ver la grandeza en lo pequeño.

El privilegio de despertar

Cada mañana es una oportunidad irrepetible. Respirar, abrir los ojos, escuchar un “buen día” o sentir el roce de una mascota son gestos diminutos, pero colmados de sentido.

Y si un día no podes ver el amanecer, lo sentirás de otro modo: en la brisa, en el aroma del café, en la voz de alguien que te nombra. La belleza se filtra siempre, incluso en los momentos grises.

El trabajo como escenario de sentido

Algunos disfrutan lo que hacen, otros avanzan sabiendo que están en camino hacia algo mejor. No hay jerarquías en eso, solo movimiento. Lo importante es mantenerse en aprendizaje constante, no solo en el currículum, sino en la vida.

Actualizar los conocimientos, sí, pero también las emociones, la empatía, la forma en que miramos el mundo.

El pulso del día

El día avanza con sus ritmos propios. Un almuerzo improvisado, una charla breve, una pausa necesaria. Tal vez algo de hambre pospuesta, pero también la promesa de volver a casa.

Y en esa vuelta —a veces bulliciosa, a veces silenciosa— está la magia: volver siempre implica que hay algo o alguien que nos espera. Aunque sea el eco de nuestro propio espacio.

La búsqueda que nunca cesa

Seguimos andando porque estamos vivos. Porque dentro nuestro hay una chispa que no se apaga, un deseo que impulsa, una curiosidad que nos mantiene de pie.

Esa búsqueda no siempre es material. Muchas veces es emocional, espiritual, humana. Es lo que nos conecta con los demás, lo que nos permite sentirnos parte del gran ecosistema de la existencia.

Los estados reales (no los de las redes)

Las redes sociales nos enseñaron a editar la vida, a mostrar solo los fragmentos más “presentables”. Pero los verdaderos estados son otros: los que no se publican, los que se viven sin filtros.

Son esos momentos de sinceridad, de vulnerabilidad, los que nos devuelven al centro y nos recuerdan que vivir no es aparentar, sino experimentar.

Agradecer primero, celebrar después

Antes de quejarte por lo que falta, mira lo que ya está.
Tenes un cuerpo que respira, una mente que piensa, emociones que sienten. Eso, aunque parezca poco, ya es suficiente motivo para agradecer.

Y desde ahí, sí, festejar. No con fuegos artificiales ni euforia vacía, sino con gratitud y presencia.

La soledad acompañada

Si te sentís solo, busca compartir tus pensamientos, tus emociones. Hablar no siempre resuelve, pero acompaña.

El encuentro humano —a veces con el menos pensado— puede ser ese hilo invisible que te saca del laberinto interno. Porque siempre hay alguien dispuesto a escuchar, aunque no lo sepas todavía.

El arte de detenerse

Dejemos de correr tanto. Dejemos de no mirar.
Preguntemos más, quejémonos menos.
La vida no es una carrera, es un viaje, y cada tramo tiene su paisaje propio.

Cuando uno se detiene, ve más. Siente más. Vive más.

El molde que no encaja

No todos encajamos en los moldes que la sociedad propone, y está bien.
El valor no está en adaptarse, sino en reconocerse auténtico, incluso cuando eso implica incomodidad o diferencia.

El que no se siente en el molde tal vez está destinado a crear uno nuevo.

La ayuda que llega (a veces sin avisar)

Siempre hay alguien —una palabra, una mirada, una mano tendida— que puede ayudarte a reacomodar el rumbo.
No siempre viene de donde esperamos, pero llega. Y cuando llega, transforma.

Palabras y música: la celebración que siempre tenemos a mano

Este domingo, o cualquier día, hagamos algo distinto: festejemos.
Con palabras, con música, con compañía, con silencio si hace falta.

Celebremos el simple acto de estar, de sentir, de seguir intentando.
Porque vivir, con todo lo que implica, es —sin duda— la mejor fiesta.

Conclusión

No hace falta un motivo especial para celebrar. La vida, con su mezcla de caos y belleza, ya lo es.
Cada respiración, cada encuentro, cada paso, es una nota más en esta sinfonía compartida.

Así que hoy, bajá un cambio, mira alrededor, agradece y sonreí.
Porque si lo pensas bien, ya estás en la fiesta.

Para vos que a lo mejor preguntarías ...

¿Cómo puedo empezar a celebrar la vida si no me siento bien emocionalmente?
Comenzá con pequeños gestos: agradecer algo cada día, escuchar música que te conecte, hablar con alguien de confianza. Celebrar no siempre implica euforia, a veces es simplemente reconocer que estás vivo.

¿Por qué cuesta tanto detenerse en la rutina diaria?
Porque vivimos en un mundo que glorifica la productividad. Pero el descanso y la pausa son también formas de sabiduría. Parar no es rendirse, es volver a calibrar.

¿Cómo puedo conectar más con los demás?
Mirando, escuchando y mostrando interés genuino. No necesitas grandes discursos, solo presencia real.

¿Qué papel juega la gratitud en la salud mental?
Un papel esencial. Agradecer entrena la mente para enfocarse en lo que sí hay, no solo en lo que falta. 

 ¿Y si no tengo a nadie con quien compartir mis momentos?
Empezá por vos mismo. Leé, escribí, caminá, explorá. Con el tiempo, las conexiones llegan cuando uno aprende a estar bien en su propia compañía.


Jorge  - Estudio Once 

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