Fuera de las redes, muchos están solos. Quizás se despiertan solos, desayunan solos, almuerzan solos, cenan solos, pasean solos.
Solos se hacen cargo de sus problemas. Hablan, pero nadie escucha. Piden ser vistos y nadie los ve.
La presencia se vuelve ausencia. Y lo que verdaderamente duele es eso: la ausencia de la presencia. Ya no sabemos estar presentes es algo que fuimos desaprendiendo. Entramos a las redes y recuperamos la sensación de ser escuchados y vistos. Salimos de ellas y no hay nadie ahí afuera.
La soledad es el resultado de deseos inalcanzables, de una ambición desmedida. Ya no importa la presencia real, no importa quién tenemos frente a nosotros lo que importa es esa persona que no está, la que no tenemos en la realidad pero encontramos en lo virtual.
Lo virtual aparece como una magia que satisface deseos, alimenta el ego y da forma a aquello que creemos querer. Allí parece existir una felicidad infinita, llena de todo y de nada a la vez. Ese es el vacío que provoca soledad: tener todo y no tener nada.
Vivimos con la falsa ilusión de que lo virtual puede reemplazar la presencia, satisfacer nuestra necesidad de compañía y colmar nuestros deseos.
No queremos esfuerzo, ni compromiso, ni respeto, ni reciprocidad, ni responsabilidad. Pareciera que no los necesitamos en un mundo efímero, basado en la ilusión de que el goce inmediato del deseo es suficiente, sin espacio para la frustración.
Pero el deseo nunca se satisface del todo. Siempre vamos por más, nunca nada alcanza. Y en ese recorrido, muchas veces no somos conscientes de que esa soledad que duele no es solo una consecuencia, sino también un destino que, día a día, vamos eligiendo vivir.
Frente a esto, el desafío es volver a construir conexión real: vínculos auténticos y sinceros, sostenidos en valores genuinos. Construir presencia, construir compañía. No en soledad.
Licenciada Paola Fernandez
Instagram : @paola.ferben
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